Publica nuestra compañera Pilar Rodríguez este interesante artículo en la revista Trépano.
Compartimos un par de fragmentos de este interesante artículo:
No interesa para este artículo la polémica suscitada ni entrar en el fondo del tema que se discute, sino recuperar del primer artículo la definición que el autor da de la literatura: “el vehículo mediante el cual todo aquel fondo torcido y retorcido de lo humano vuelve a la vida y nos permite comprenderla de manera más profunda” (El País, 2018). Vargas Llosa, a lo largo de su extensa producción literaria, no ha dudado en asomarse y retratar el mal en sus múltiples facetas que incluyen la violencia política en sus diversas manifestaciones, el terrorismo, las violaciones de los derechos humanos y la crueldad asociada al poder. La realidad del continente americano, especialmente, proporciona al autor amplias oportunidades para “ser un insumiso y vivir descontento”, y para reivindicar “la protesta, la contradicción y la crítica” (Vargas Llosa, 2012, p. 404-405). Insiste en la idea ya mencionada anteriormente de que “la realidad está mal hecha, que la vida debe cambiar” (2012, p. 405).
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Por todo ello, cabe concluir que si bien es posible advertir tanto en las declaraciones en entrevistas del autor como en sus propias novelas rasgos que lo alejan de las fundadas reivindicaciones feministas, subyace en ellas el deseo apuntado desde el comienzo: la denuncia de situaciones de desigualdad, de violencia y de abuso que afectan especialmente a las personas más vulnerables. La compleja construcción narrativa del personaje de Urania sirve para condenar la ruptura de los lazos afectivos y sus terribles consecuencias y ofrece una muestra más del talento de Vargas Llosa para elaborar personajes complejos que exigen una lectura atenta y participativa.