“Mucha de la hostilidad a la creación femenina se ha producido por la fórmula del silencio: No se menciona, se borra y no está”
Miren Gutiérrez y Asier Leoz
Novelista, dramaturga, poeta. Luisa Etxenike ha publicado nueve novelas, tres obras de teatro y una colección de poesía, además de colecciones de relatos, traducciones y libros de no ficción. Es una escritora muy reconocida tanto dentro como fuera de nuestro país. Colecciona una serie de premios, entre los que destacamos su nombramiento como “Caballero de la Orden de las Artes y las Letras” de Francia, en 2007; el “Premio Euskadi de Literatura” por tu novela El ángulo ciego, de 2009; y el Premio de Teatro “Antonio Buero Vallejo” por La herencia, de 2016. Luisa Etxenike es también una componente de la Junta Asesora de ARES.
Podéis escuchar la entrevista en ARES podcast.
Hablando de premios… solo 14 mujeres han ganado el Premio Nobel de Literatura entre 114 galardonados; desde 1969, 33 hombres y solo 18 mujeres han ganado el Booker; y de 35 galardonados con el Premio Nacional de las Letras Españolas, desde 1984, solo 6 son mujeres... ¿Hay resistencia a reconocer la valía de las mujeres en las letras? ¿qué está pasando?
Lo que pasa es que tenemos un retraso extraordinario. Si se cuenta el Premio Nobel desde su existencia, el número de mujeres es muy poco significativo; pero si vemos los últimos años, el número de mujeres ha aumentado. Podríamos decir que el ritmo ha cambiado y que, por lo tanto, la actitud también ha podido cambiar. Pero dicho esto, a mí me preocupa que lo cuantitativo nos distraiga un poco de otras cuestiones, que nos quedemos en una reivindicación numérica. De las mujeres premios Nobel, a mí lo que me importa saber es el impacto o la influencia que tienen. Es decir, son premios Nobel, pero ¿para qué? ¿Hoy pensamos en las mujeres más famosas dentro de la literatura o en las listas de ventas?
Es decir, son premios Nobel, pero ¿para qué? ¿Hoy pensamos en las mujeres más famosas dentro de la literatura o en las listas de ventas?
Cuando se habla de la creación, en este caso de la creación literaria femenina, a mí me interesa cómo resuenan esas voces. No solo dónde están, si están en los podios, sino por qué están en un podio. Lo importante es la voz que resuena, la voz que se lee, el trabajo literario que impacta, el mensaje que pasa. Eso es lo importante. Wisława Szymborska, por ejemplo, una poeta polaca extraordinaria, ¿cuánto y cómo es leída en este momento? Por no citar a las primeras premiadas con el Nobel, a Selma Lagerlöf, por ejemplo, o a Grazia Deledda. Mucha gente puede saber que fueron Premio Nobel, pero no han tenido nunca un libro suyo en sus manos, ni siquiera se han cruzado con su nombre en ninguna parte… Entonces, yo creo que es importante que pensemos en eso, en el impacto real de la obra de las mujeres.
El documental Las Sinsombrero, de 2015, reivindica una generación de mujeres extraordinarias que no solo tuvieron que luchar por formar parte de la generación del 27, enfrentando las resistencias de sus compañeros, sino que posteriormente fueron borradas de los libros de historia. Este documental cuenta parte del borrado histórico al que se ha sometido a la mayoría de las mujeres que han peleado por desarrollarse como artistas a lo largo de la historia. Da la sensación de que hay dos formas de resistencia: primero, hay que pelear más por hacerse un hueco, y segundo, los aportes que hacen las mujeres se invisibilizan en el relato histórico. Pero actualmente, estamos redescubriendo a muchas de ellas. ¿Quiere decir esto que están mejorando las cosas?
Quiere decir que, aunque se está produciendo una recuperación y una reivindicación de los nombres de las mujeres en el ámbito de las humanidades y del arte, como son disciplinas que tienden también a encogerse, a borrarse, pues volvemos un poco las mismas. No se llega a consolidar esa visibilización y no se llega a ratificar su impacto.
aunque se está produciendo una recuperación y una reivindicación de los nombres de las mujeres en el ámbito de las humanidades y del arte, como son disciplinas que tienden también a encogerse, a borrarse, pues volvemos un poco las mismas.
¿Y qué lógica subyace en esta invisibilización?
Todo lo que afecta a las mujeres, a la condición femenina, al papel de la mujer tiene siempre dos dimensiones. Lo que pasa en superficie y lo que pasa debajo; lo que se ve y lo que no se ve. Mucha de la indiferencia y de la hostilidad a la creación femenina se ha producido por la fórmula del silencio. No se mencionan, se borran y no están. En otros casos, también se ha producido con una crítica sesgada o malintencionada. Y a veces, se da otra crítica, casi peor, la bienintencionada, la paternalista. Esto explica que muchas grandes escritoras, cuando empiezan verdaderamente a aparecer en la literatura en el siglo XIX, optarán por seudónimos masculinos. A veces lo hicieron por cuestiones legales y por la dificultad de publicar, pero en otros casos por evitar la crítica.
Y muchos pensarán que era porque las críticas podían a ser negativas. Pero no, en muchos casos era para evitar las críticas “condescendientes”, indulgentes, que son malas también, pero de otra manera. En lo que no vemos, sabemos que pasan muchas cosas y que sigue habiendo “ninguneo”. Pero en lo que vemos, a mí lo que más me preocupa es una forma de crítica sesgada que se nutre de estereotipos. Afirmaciones del tipo: “La escritura de mujeres es así”, “las mujeres escriben de tal modo…”, etc. Y como a eso se une que la mayor parte de las personas que leen son lectoras, hay una tentación también de crear una especie de “productos para mujeres”.
Entonces, ¿no es una cuestión de invisibilización solo, sino de clasificación?
Yo creo que las dos grandes luchas, todavía hoy, en la creación de las mujeres en el ámbito de la literatura o del arte, en general, son la reivindicación de visibilidad, sin duda; pero también la lucha constante y permanente contra el cliché, contra el prejuicio, contra el estereotipo.
¿Podrías poner algún ejemplo?
Tengo un recuerdo maravilloso de Josefina Aldecoa, que no era cualquier nombre en la literatura española, y que, además, era una amiga. Y Josefina nos contó en San Sebastián: “Me pasa con amigos, incluso intelectuales, que me dicen “Josefina, acabo de comprar tu última novela para mi mujer’”. Y ella les respondía: “No, hombre, léela también tú”. Eso no ha cambiado tanto.
Y Josefina (Aldecoa) nos contó en San Sebastián: “Me pasa con amigos, incluso intelectuales, que me dicen “Josefina, acabo de comprar tu última novela para mi mujer’”. Y ella les respondía: “No, hombre, léela también tú”. Eso no ha cambiado tanto.
¿Cómo funciona el estereotipo?
El escritor británico Martin Amis dice que un prejuicio es un odio de segunda mano. Yo creo que algo de verdad tiene esa frase. Es un poco brutal, pero creo que tiene sentido porque el corazón del prejuicio es muy duro y cuesta muchísimo romperlo. Estos estereotipos, estos clichés, de algún modo les dicen a las mujeres, sobre todo a las generaciones más jóvenes, qué tienen que hacer para presentar su obra y para que su obra sea conocida.
Yo veo, por ejemplo, algunas fotografías promocionales o en prensa de algunas autoras. Y siempre tengo ganas de decirles: “No os hagáis esas fotos”. ¿Qué fotos? Fotos como con un poquito de posado, como con un poco “de chica” …sosteniendo una cosa…una flor…A los escritores hombres no les piden que cojan una flor. En serio. Son cosas que parecen triviales, incluso bien intencionadas, pero que, de algún modo, en un mundo como el nuestro, en que la imagen es tan importante, terminan por sustituir lo que la escritora ha escrito por la imagen de la escritora. Y ese es, para mí, el principio del fin.
Entonces ¿qué falta por hacer? ¿Qué necesita cambiar?
Perviven todavía, insisto, estos estereotipos, estas categorizaciones; y la tentación de convertir la literatura femenina en una especie de industria. Estos peligros siguen ahí y, por lo tanto, lo que no ha cambiado tantísimo es lo que llamaré la igualdad de legitimación intelectual. Todavía hay un cuestionamiento de la legitimación intelectual de las mujeres. Esta legitimación no ha avanzado de la misma manera que ha avanzado la presencia de las mujeres o su participación en el mundo cultural. Creo que todavía nos falta y no reaccionamos con la suficiente seriedad y contundencia ante esas cosas; ante esa falta de reconocimiento.
Perviven todavía, insisto, estos estereotipos, estas categorizaciones; y la tentación de convertir la literatura femenina en una especie de industria.
Desde 1987 diriges un festival internacional literario de mujeres en San Sebastián que se llama “Un mundo de escritoras”, por donde han pasado docenas de escritoras. ¿Nos puedes contar algo de este festival?
Cuando yo lancé el primer encuentro, hace ya muchos años, había varias razones: estas cuestiones de invisibilidad de las que hemos hablado, pero también, en aquel momento, un interés particular (que estaba entonces muy vigente en la crítica internacional) por analizar la hipótesis de una escritura femenina diferente. El festival ha recogido preocupaciones diversas a lo largo de los años, incorporando distintas propuestas creativas y artísticas.
El festival está en constante movimiento. Ahora mismo lo que a mí me parece muy importante es seguir sumando voces a ese ya gran orfeón de autoras que han venido a San Sebastián. Muchas de esas mujeres escritoras nos acercan además a culturas a las que, de otro modo, no accederíamos o no de un modo tan directo. Las razones conceptuales que nos llevan a continuar con este proyecto son cada vez distintas, porque el mundo es también un mundo distinto.
¿Crees que las mujeres escritoras tenéis o estáis llamadas a aportar mucho en la lucha por la igualdad en el terreno de la literatura?
Yo creo que el papel de la literatura es cada vez más esencial por una razón. Voy a poner un ejemplo que es fácilmente comprensible. Estamos asistiendo a la deforestación del Amazonas, por ejemplo, y por tanto nos parece que reforestar es una urgencia vital, un artículo de primera necesidad planetaria. Pues también hay que reforestar la literatura, que es la gran reserva natural de palabras. Y si hay un terreno que se está desertizando mucho más rápido que la selva amazónica, es el vocabulario.
El mundo de las palabras se encoge, los árboles de las palabras desaparecen, y sin esos árboles, sin esas palabras, los discursos se simplifican, el conocimiento del otro se compromete, y también el conocimiento de una misma. Es decir, nos volvemos “carne de cañón” ante cualquier manipulación. Por lo tanto, los que siembran palabras tendrían que estar socialmente en la más alta consideración. La buena literatura expresa esa grandeza del lenguaje, esa libertad del lenguaje… herramientas para la creación de discurso. Esto es algo que no me puede parecer más importante ahora en que hay una imposición de discursos únicos. Yo, como escritora, me reconozco en esa tarea.
Por ejemplo, siempre, en cualquier artículo que escribo o en cualquier clase que doy, trato de meter dos o tres palabras en peligro de extinción. (Digamos hoy que el pronombre cuyo no ha muerto). Hay que recoger palabras en peligro de desaparecer y ponerlas otra vez a circular; y tratar de transmitírselas a la gente joven, para dotarla así de herramientas y de ambición “lingüística”. Para que verdaderamente puedan ser ciudadanos y ciudadanas libres. Yo no creo que nadie es libre si no tiene los instrumentos de comprensión del mundo que le rodea y del mundo íntimo que le habita.
Y ¿qué es lo que lo que se puede esperar del futuro?
Se desertiza el discurso matizado y se tiende a la polarización más extrema, porque, además, el bosque de las humanidades es cada vez menos frondoso. Y entonces se es presa fácil de los eslóganes, de los discursos que están completamente fabricados; de las etiquetas manipuladoras. Esa polarización es cada vez más agresiva, porque estamos asistiendo a un verdadero combate contra la razón, contra la inteligencia… Las personas que no están dotadas de instrumentos críticos son verdadera y temerariamente vulnerables… y las sociedades también. Yo creo que no podemos hacer como que no sabemos lo que sabemos.
Sabemos que la educación se encoge, que la juventud tiene cada vez menos instrumentos para leer críticamente el mundo en el que vive, que están cada vez más condicionados y manipulados por toda una serie de discursos que buscan la agitación “rentable” de un modo u otro para quien agita. Lo sabemos y, por lo tanto, tenemos que mirar hacia ese lado para remediarlo. Pienso que la literatura tiene, en ese sentido, la capacidad de “salvar”. A través de la precisión, del detalle… Antes hablábamos del cliché; pues contra el cliché, el matiz. Yo creo que la democracia es el gran territorio del matiz, de la pequeña diferencia, del respeto por todo eso. Entonces es en el lenguaje donde se puede verdaderamente percibir y defender esa pequeña diferencia. Y por eso el papel de la literatura es fundamental.
Para terminar, Luisa, ¿alguna recomendación para leer?
Hemos mencionado a las mujeres Premios Nobel de Literatura. Pues voy a recomendar la obra de algunas de ellas. Por ejemplo, cualquier novela de Toni Morrison, la autora norteamericana en cuyos libros, Jazz, La canción de Salomón, Beloved encontramos claves para entender lo que está pasando en el mundo, y de manera particular en EE. UU.; además de una enorme calidad formal.
Entre las novelas de Nadine Gordimer, Get a Life- Atrapa la vida, que escribió siendo ya octogenaria y que sin embargo me parece la más joven de sus obras. Que nos conecta con otras de las preocupaciones esenciales de nuestro tiempo: el medioambiente. Nadine Gordimer siempre escribía mirando lúcidamente al mundo que la rodeaba e implicándose en él.
Hablando de octogenarias- y para combatir los prejuicios asociados con la edad- Edna O’Brian, que no entiendo por qué no es Premio Nobel. Recomiendo Las sillitas rojas (sobre un criminal de guerra serbobosnio, inspirado en Radovan Karadžić), que una de las mejores novelas que he leído y que nos ofrece un acercamiento a lo que es verdaderamente Europa; y nos permite comprender muchas de las cuestiones que están candentes estos días. Porque las noticias sobre Europa son pésimas. Pensábamos que el Brexit era lo peor, pero no es lo peor. Estamos asistiendo al resurgir de formas de nacionalismo antieuropeo en los países más “insospechados”.
Y de otra Premio Nobel, más joven que las anteriores, Olga Tokarczuk. la novela Los errantes. Una novela “constelación”, formalmente muy efervescente. Y qué diría que es un canto al conocimiento, a la ciencia y a las humanidades unidas, a la literatura, al arte de contar…
Y si Doña Emilia hubiera venido hoy aquí, a hacer esta entrevista, habríamos visto que su pensamiento era de una modernidad absoluta. Todo lo que defendía hace un siglo, todo lo que hizo hace un siglo, todo lo que quería para las mujeres hace más de un siglo, sigue siendo pertinente.
Recomendaría a muchísimas escritoras. Entre mis favoritas está Marguerite Duras; para mí leerla es como subir a un ocho mil de la literatura. A veces cuesta, pero lo que se ve desde la cima es maravilloso.
Ya que hemos conmemorado el centenario su fallecimiento, hablemos de Emilia Pardo Bazán, que era un portento de calidad literaria, de calidad humana, de reivindicación política, de alegría de vivir… Acaba de reeditarse La Sirena negra, una novela muy diferente de las suyas anteriores y que, desde luego, recomiendo. Y si Doña Emilia hubiera venido hoy aquí, a hacer esta entrevista, habríamos visto que su pensamiento era de una modernidad absoluta. Todo lo que defendía hace un siglo, todo lo que hizo hace un siglo, todo lo que quería para las mujeres hace más de un siglo, sigue siendo pertinente.